Una Historia

Una Historia

Imprimir

En tiempos de castillos y plumas de tinta, un caballero sintió la felicidad junto a una doncella. Bella por fuera pero más por dentro. Sedienta de aprender de la sabiduría de él, y sedienta de ser amada también por él. 

Su pelo ondulado y claro al viento enviaba mensajes de amor al caballero, que se acercaba en la distancia para llegar hasta su ventana. Ella bajaba por las escaleras con tanta prisa y con la ilusión en la garganta, que casi podía matarse pisando su largo vestido. 

Y allí estaban los dos, mirándose frente a frente. 

- ¿Qué me pasa doncella que me atraviesa vuestra mirada hacia mis adentros, como una lanza bendecida? Pudiendo ver toda la verdad que yo soy, pudiendo adivinar todo lo que yo haría por vos. 

- ¿Qué me pasa caballero? que me atraviesan vuestros ojos y el tiempo se detiene. Que vuestros brazos me abrazan fuerte, como un árbol robusto. Que ni a los pájaros oigo, cuanto más me abrazáis. Siento que muero y caigo rendida en el milagro. De vuestra cara, de vuestras manos, vuestro pecho que me quema. No me queda mucho tiempo para vivir está suerte... 

- No podéis dejarme, ¿y qué haré yo ahora con este amor, que es más grande que yo mismo? Maldigo la enfermedad que te ha secuestrado y que a los cielos te ha llevado. 

Envidioso y rabioso estoy de esas nubes que van a envolverte por la eternidad... 

Pobre doncella que ya descansa. 

Pobre caballero que sufre de lo inconsolable. 

En tiempos de tecnologías y coches veloces, un hombre de buen porte memoriza su guion camino al teatro. 

Le presentan a su nueva compañera y actriz. 

Los dos representan la obra: El Caballero y la Doncella. 

Se miran a los ojos para decir su guion, y entre ellos sucede un misterio inexplicable. Sienten una fuerza poderosa, alegría, complicidad, en pocos minutos. Ni siquiera les hace falta el guion porque ya saben lo que decirse: hemos vuelto a encontrarnos en esta vida. 

Se han reconocido entre ellos. 

-Doncella cuando me miras sé que eres tú. 

-Caballero cuando me abrazas sé que eres tú. 

-Sí, soy yo... 

-Sí, yo soy... 

Se perdieron el uno al otro demasiado pronto, en una Edad Antigua. 

Y se encuentran y disfrutan ahora, para que no sea, demasiado tarde. 

Lidia Camino