Yo estoy donde siempre

Yo estoy donde siempre

Imprimir

No quiero impedir a nadie hablar el idioma que quiera, donde quiera, ni quiero que me lo impidan a mí. Sigo sin insultar a quienes no opinan como yo,

sin amenazarles y sin agredirles, sobre todo a los que se quejan siempre de que no les dejan expresarse libremente y de que a lo largo de la historia han recibido amenazas y agresiones.

Sigo pensando que se persigue la disidencia y la discrepancia y me duele más cuando lo hace quien dice que se persigue la disidencia y la discrepancia.

Sigue pareciéndome absurda y anacrónica la monarquía pero no deseo la muerte ni de sus integrantes ni de sus partidarios. Que se les juzguen como a cualquiera si hay motivos.

Sigo abominando del fascismo y no quiero que los que se llaman antifascistas copien sus medios, porque son igualmente abominables.

Sigo pensando que la violencia no tiene justificación, independientemente de quien la cometa. Si un político no es capaz de conseguir un propósito con la palabra, debe cambiar de oficio.

Sigo pensando que es mejor buscar lo que pueda unirnos que incidir en lo que pueda separarnos, sin que eso tenga que significar claudicar ante nadie.

Sigo pensando que si lo anterior no da resultado, hay que respetar la voluntad de las personas que quieran dejar de formar parte de un estado, pero éstas, aunque sólo sea por coherencia, deben aceptar la voluntad de las que no lo desean. Lo contrario me parece hipócrita, contradictorio y supremacista.

Sigo pensando que nadie tiene una tara en su ADN por no pensar como yo, y me repugna el cinismo de quien critica a los xenófobos y racistas y luego dice que hay que limpiar de españoles Catalunya, o de catalanes España.

Sigo hablando con quien quiere hablar conmigo y no he dejado de hacerlo porque su opinión no coincida al cien por cien con la mía, entre otras cosas porque no quiero vivir en un gueto ni en una burbuja en la que sólo escuche lo que quiera oír, no me parece sana una sociedad que marque el paso a golpe de tambor, ni el de la legión ni el del Bruc.

Sigo pensando que el que no me guste una cosa no hace que tenga que estar de acuerdo con otra, puede parecerme igual de mal que amenace y agreda un rapero, cantando sus consignas, que una analfabeta enamorada del fascismo cantando el cara al sol. La amenaza y la agresión no deben ser blanqueadas según quien sea el colectivo amenazado o agredido. No si se tienen un mínimo de coherencia y vergüenza.

Sigo pensando que no me gustaría que el hijo que ya no tengo se preguntara junto a sus amigos dentro de veinte años cómo pudimos repetir dos veces la misma historia, ni se pasen la vida echándose las culpas por ello.

Sigo pensando. Y eso por sí solo, sigue molestando a unos y otros.

Ismael Pérez de Pedro