REFLEXIÓN DE UN REPUBLICANO (palabras contra piedras)

REFLEXIÓN DE UN REPUBLICANO

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Que en España, incluida Catalunya, desde donde escribo (contribuyendo a su colonización), que en España, digo, la libertad de expresión

es complicada, por adjetivarla de alguna manera, es obvio. Que cantantes de rap estén fugados o pendientes de penas por decir que los reyes son corruptos y ladrones y/o que merecen la muerte en medio de terribles sufrimientos que diría el otro, les parece una aberración antidemocrática a unos y algo normal, dado que sus acciones son constitutivas de un delito,  a otros. 

   Por aquello de la polarización hasta su reducción al absurdo, podría parecer que cuanto más a la izquierda o más independentista, más atroz y anormalmente democrático ha de parecerte perseguir delitos de opinión. Yo no la tengo clara; la opinión, digo. Flaco favor a los que nos consideramos de izquierdas el pensar que uno puede decir lo que le venga en gana sin tener que asumir consecuencias, máxime cuando en muchos casos, al dicho suele seguirle el hecho, y al hecho la pregunta de cómo hemos llegado a esta calamidad.

   Coincido con muchos que creen que la cárcel es un castigo muy severo para según qué cosas, pero, por otra parte, también he vivido en persona lo que supone discrepar en público de los que se creen poseedores de la verdad única e incontestable. Me explico, ¿qué opinarían estos últimos, no si lo digo yo, sino si lo dijera el presidente del gobierno ( ya que el vicepresidente puede decir lo que quiera), qué opinarían si dijera que los cantantes de rap deberían estar todos en la cárcel simplemente por cantar rap, aunque rapearan a voz en grito la fórmula de la cura contra la calvicie o la manera de comer sin engordar?¿Qué lindezas tendría que escuchar  y a qué jauría de abogados tendría que enfrentarse cualquiera que dijera que a Puigdemont y  a Pablo Iglesias y sus respectivas familias habría que apedrearles cada vez que salieran a la calle?

   Ya no parece tan incuestionable la libertad de expresión, ¿no? ¿Y si alguien reparte sus fotos puestas sobre una diana?, ¿admitirían los mismos que defienden a raperos que eso también tiene que quedar sin castigo y tolerarse?, ¿y si se lo hacen con la de  tu hija?

    Me entristece ver cómo últimamente, compañeros, amigos, incluso familia, me dice cosas como, ¿pero tú antes no eras de izquierdas?, ¿ahora vas contra Catalunya? Como si el hecho de querer una lengua y defenderla tenga que hacerte odiar otra automáticamente,  o cuestionarte una opinión o una acción tenga que convertirte irremediablemente en  enemigo de quienes consideran las suyas las únicas moral y legalmente aceptables.

    Es precisamente porque me considero de izquierdas, o de lo que yo entiendo que debe ser la izquierda, que renuncio a apoyar a los que bajo la sonoridad ampulosa de la libertad y los derechos no hacen, desde mi punto de vista, más que convertirse en todo aquello que dicen odiar, porque la libertad y los derechos o son de todos y para todos o tienen otro nombre con el que ni la ideología de izquierdas ni la democracia, al menos como yo la entiendo, no deberían mancharse. Ya hay, además, fascistas orgullosos de serlo que sí pretenden que la libertad y los derechos tengan un único dueño, muchos, crecidos, además, mientras la izquierda andaba a grillos.

 Lo que pasa es que sucede lo de siempre, que creemos que lo que hacemos de manera idéntica a lo que hacen otros, no es lo mismo por una especie de superior catadura moral que nos auto concedemos y que, a fuerza de propaganda y engaños  para que elijamos bando, nos vamos escorando a posiciones que tienen por finalidad hacer que veamos a los que no piensan como uno,  el enemigo a batir en una guerra en la que, desengañémonos, sólo podemos ser víctimas o prisioneros, nunca vencedores.¿ O acaso puede considerarse vencedora en algo a una sociedad en la que cuando salgas a la calle y te abran la cabeza con un adoquín, no sepas si te ha descalabrado un fascista o un antifascista?

Ismael Pérez de Pedro