Somos caducos y eternos.
Preparados para largos inviernos.
Congelados en grandes estancias.
Entre humildades y arrogancias.
Bajo sueños encontrados.
Y logros bien celebrados.
Bajo lunas tan lloradas.
Y lágrimas demacradas.
Tras un sol que se ilumina.
Sonrisa sedosa y fina.
Con nudos en la garganta.
Cantares que al mal espantan.
Somos dunas que se alzan.
Y por el desierto avanzan.
Caballeros taciturnos.
De corazones nocturnos.
Señores bien arreglados.
De la vida enamorados.
Y damas de la Edad Media.
Entre sufrir y comedias.
La bandera a media asta.
Si esta alma dice basta.
Alguien juega a los bandidos.
Robando flechas a Cupido.
Se resiente ya de amores.
Y reniega de las flores.
Denle cobijo y consuelo.
Y cúrenlo de su anhelo.
Y todo pasa por algo.
Aunque el camino sea largo.
¡Que alguien responda a este abrazo!
Que no se rompa este lazo.
Somos todos camaradas.
Por qué sacar las espadas.
Y caducos como somos,
Dios nos acaricia el lomo.
Dentro de este criadero,
hay que vivir con esmero.
Que la palabra sea dada.
Y la maldad encarcelada.
No es un platónico sueño.
Si se le pone el empeño.
Y no hablo de ideales.
Sino de hacer realidades.
Que esto puede ser de cuento.
Si se prepara el ungüento.
Y seguiremos andando.
Unidos del mismo bando.
Y seguiremos siendo.
Tan caducos... tan eternos.
Lidía Camino
Poeta