Paraísos no perdidos

Paraísos no perdidos

Imprimir

Quienes me dieron la vida desaparecieron para el mundo en dos otoños. En octubre de hace diecisiete años se fue mi madre; mi padre, en septiembre de hace quince: sólo pudo resistir la marcha de ella setecientos días.

Siempre lloraba al recordarla o cuando los demás la nombrábamos. Ahora yo los lloro y sigo echándolos de menos. No quiero dejar de hacerlo. Están en mí y en los objetos que conservé de ellos cuando se marcharon. Mientras yo viva, seguirán vivos conmigo y, con ellos, las historias de mis padres.

Las cosas tienen alma, aunque se diga lo contrario. Tienen la que les otorga nuestra memoria, que nos devuelve momentos compartidos con esos seres queridos que ya no están entre nosotros. Como las fotografías de mis padres, que me evocan, desde sus sonrisas, otros tiempos, otras épocas. Cuentan con el poder de transportarme al pasado como máquinas del tiempo que son.

Como algunas sencillas joyas de mi madre o prendas que ella llevó y que ahora me adornan a mí. Como los libros que mi padre atesoraba y me animó a conocer. Como aquel de John Milton que hablaba de un ángel caído que sufría por haber perdido el cielo, pero que no se arrepentía de haberse rebelado contra un dios despótico. Me encantaba cuando mi padre hablaba de Lucifer, un ángel hermoso de El paraíso perdido, un personaje trágico que dice que es "mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo". Satanás no acepta que no todos los seres merecen la libertad, declara que los ángeles son independientes y no necesitan la autoridad de Dios como su creador. Así justifica a sus ángeles seguidores su deseo de tratar de derrocar al monarca injusto que los gobierna: que ellos han de tener los mismos derechos que ese rey absolutista de los Cielos.

¿Cómo no amar los objetos que te hacen reflexionar como ese libro, y dejar de sentir emociones cuando rememoras a quienes los poseyeron? ¿Cómo dejar que se pierdan en el tiempo? Yo no soy capaz. Cada uno elige, o su alma lo hace, qué quedarse y qué no. No sé qué harán quienes vienen tras de mí, aunque puedo imaginar que lo mismo que yo. Están hechos de una pasta parecida a la mía y de ellos hago gala. Para mí los paraísos no están perdidos. Están en las cosas amadas que reviven los recuerdos. Los míos y los de las personas que siempre querré.

Patricia Aliu