Ella es una persona normal, aunque tozuda como una vaca o una mula e incrédula, muy incrédula. Y esa incredulidad la convierte en odiosa, por lo visto. Tres relaciones largas de pareja y ninguna con éxito.

No importa lo bella, inteligente y ocurrente que sea. Nunca le funciona el amor, quizás porque le cuesta estar de acuerdo con nada y nadie le ha permitido mostrar cómo es en realidad. No ha podido ser nunca ella misma.

Además, desde el año pasado, en que su economía cambió para peor, sus dificultades han aumentado a la vez que disminuían sus ingresos. Ya se sabe, aunque no se quiere reconocer: cuando el dinero sale por la puerta, al amor le cuesta menos saltar por las ventanas. Y así le va…

Hoy se ha levantado con ganas de volar a pesar del día gris, y no con ese amor débil que desaparece en cuanto ve una brecha por la que salir, sino con la ilusión. Hoy, saberse sana y libre le salva. Parece que los sueños de esta pasada noche le han inspirado. Le ha visitado Esperanza, esa eterna luchadora incansable, la luz que se ve al final del túnel, y está dispuesta a seguirla. Es la Última Diosa, quizás hija de Zeus y madre de Fama, la única que permaneció en el ánfora de Pandora cuando fue abierta y surgieron todos los males del mundo, el último recurso disponible para los hombres y las mujeres. Quizás engañosa, quizás ilusoria, pero esperanza al fin. ¿Cómo no seguirla cuando todo se derrumba alrededor?

Patricia Aliu

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