Cuando no se utilizan
a las palabras les salen escaras;
casi siempre se infectan,
y la ignorancia, por ejemplo, sangra
por la herida su contagioso adjetivo, tiñe
de rojo sustantivos más juiciosos;
razón, diálogo, comedimiento…
A otras, como a metralla,
les crece un verbo anómalo
que detona cristales afilados
en los ojos verdes de la esperanza.
A todas las palabras si no se las orea,
les germina el moho ennegrecido del fracaso,
y algunos verbos se hacen egoístas
y se conjugan sólo en singular
o en primera persona del fugaz,
donde el futuro dura sólo nuestra existencia.
Las palabras, cuando no se utilizan
o se utilizan mal,
sin darles un contenido que arrome
en todas nuestras múltiples aristas,
suelen ser reemplazadas por sirenas
que anuncian la explosión de otra derrota
y arreboles de polvo de ladrillo.
Ismael Pérez de Pedro
Primer premio de poesía en Torre LLobeta, Barcelona, Sant Jordi 2023