MIRO UNA FOTOGRAFÍA

MIRO UNA FOTOGRAFÍA

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«Sola. Estoy sola. Siempre estoy sola», dejó escrito Marilyn Monroe en uno de sus cuadernos descubiertos hace pocos años.

El mito erótico no era nada más que una mujer asustada. Tuvo tres maridos y demasiados amantes que no llegaron a comprenderla, porque esa sensación de inseguridad, soledad y miedo permaneció hasta su muerte.

Tal vez el hombre que mejor la entendió fue Arthur Miller. Con él se casó en 1956. Para entonces, los medios ya habían creado una Marilyn superficial. Arthur, en cambio, valoró su talento e hizo que ella se lo creyera, pero en 1961 se separaron.

Miro una fotografía de 1961 durante una pausa del rodaje de Vidas rebeldes, película bellísima, crepuscular, de corazones rotos y solitarios; testamento cinematográfico de sus protagonistas. En ella vemos a una mujer mirando con ternura a una niña, que lleva unas gafas de sol del tipo corazón, parecidas a las que algunas veces usaba Marilyn. La mujer, a la que se ve feliz en este momento, sonríe a una niña guapa como son todas las niñas. Ambas tienen nombre, pero aquí no tiene importancia. 

Hay un hombre en la escena en un segundo plano que aún importa menos.

La mujer que miraba con ternura a la niña murió un año más tarde, se llamaba Norma Jean Baker. Marilyn permanece con nosotros

Felipe Sérvulo