LA MEMORIA DE LOS LABIOS

LA MEMORIA DE LOS LABIOS

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Hay que despertar a los besos dormidos, dijiste, que el amor pide camino o se vuelve sueño que tiene su morir por la mañana.

Que no haya olvido para la memoria de los labios, para el olor a gel en la ducha, el aire denso de la habitación, las sábanas —transparentes sobre tu piel blanca— a una caricia de que todo se vuelva milagro. 

Al volver en el tren de cercanías, el mago te hace desaparecer con la capa del crepúsculo.

Aguardaré a que el sol
desde el bulevar poniente
derrame sus amarillos,
los naranjas
y algún púrpura singular.

El azul oscuro para el cenit
y el Cinturón de Venus, tal vez,
como obsequio de despedida.

Felipe Sérvulo