El árbol del jardín

El árbol del jardín

Con sus pies hundidos bajo el verde, me mira entrada la tarde. No parece importarle que me recueste bajo él,  más bien parece que le guste mi compañía. El abrazo de sus ramas me aleja del mundo. Y siento oír su voz como silbidos de viento. 

Los pájaros piden permiso, para posarse en él. Y él, de nuevo, parece agradecerles la visita, evadiéndose de silencios mantenidos. 

El árbol del jardín estira su cuerpo amarronado y rugoso, en un alarde de estilismo, cuando lo observa la morera que enfrente suyo se encuentra. 

Estira sus raíces, en un intento de encontrar las de ella. Para poder de forma secreta, bajo el manto de la hierba, enredarse juntos de forma profunda y sigilosa. 

Querido árbol, crees que no me doy cuenta. Qué bajo mi cuerpo aquí tumbado, oigo vuestros suspiros dulces. 

Me gusta observarte y ver como el paso del tiempo no consume tu cuerpo. 

Eres de mundos mágicos, del cielo y de la tierra. Porque cuanto más te abrazo, más de fuerza tú me llenas. 

Y me inventaré colores, pero el jardín los supera. Yo me evado de dolores, cuando sé que tú me esperas. 

Y en tu sitio residente, del que jamás te despegas. Si supiera bien la gente, lo lejos que siempre llegas. 

Arbolito bondadoso, las bendiciones te rondan. No me extraña que las rosas, a tus halagos respondan. 

He de irme pero pronto aquí de nuevo estaré. Te dejo con tu morera y con tu amor a sus pies. 

Lidia Camino