Deja

Deja

Deja que la gente hable, que la gente opine, que la gente juzgue. 

Pues las olas se sacuden solas con su propia fuerza. 

Y el tigre sabe cuándo llega su hora de descanso. Y saca sus fauces si alguien roza su límite. 

 

Deja... 

Deja que el viento te balancee dentro de un sabio silencio. El silencio tiene un pacto con el alma, y se hermana con las intuiciones. 

No es cosa nuestra que los demás se froten las manos haciendo presunciones. ¿Y quién es nadie para tomar el mando de timón ajeno?... 

 

Deja... 

Deja que hablen, que se hagan un traje con su lengua tóxica. 

Que antes o después subirá la marea y los arrastrará hacia adentro. 

Que la verdad, como el zarpazo de un oso, los dejará mudos y moribundos. 

 

Deja... 

Deja que la arrogancia sea su propia cárcel. Que la humildad es la mayor de las grandezas, y no está hecha para pechos opacos, que ni una triste huella sincera dejan. 

Déjalos que rocen el abismo, a ver si logran encontrarse, de lo perdidos que están. 

Solo dame una sonrisa que esté viva en tus ojos. 

 

Solo dame una palabra de aliento verdadera. 

Solo dame amor, como yo lo haría, y aparta de mí tus juicios. 

Que la flor solo quiere luz y agua, para darte el mejor de sus colores. 

 

Que las olas se sacuden solas. 

Y el tigre siempre sabe su hora de descanso. 

 

Lidia Camino