UNA DE BANDERAS

UNA DE BANDERAS

Decía el dibujante Jaume Perich, que el nacionalismo consiste en hacernos creer que descendemos de monos distintos y que es absurdo sentirse orgulloso de haber nacido en un sitio solo porque en el mismo lugar también nació una vez un genio o un artista.

Hoy este ínclito humorista sería considerado por muchos en Catalunya un facha o un botifler. En España ni sería considerado.

   Una vez escuché decir que la única diferencia entre una trinchera y una fosa es el tiempo. Cada vez estoy más de acuerdo con esa afirmación. Y cada vez estoy más cansado. Cansado de que me llamen equidistante, cuando no directamente traidor o facha por no ver sentido ninguno a esto del procés o de la independencia; no porque no crea que la gente pueda tener derecho a decidir, sino porque quienes se llenan la boca con ese derecho pretenden quitárselo a otros y hacer con ellos lo mismo que, supuestamente, dicen que hacen con ellos, es decir, decirles a qué bandera deben rendir honores, con qué himno deben emocionarse, en qué idioma deben estudiar o hacer vida, qué es cultura catalana y qué no lo es, qué es literatura catalana y qué no...En resumen, a mi entender, pretenden, en un acto de puro cinismo e hipocresía, hacer con otros exactamente lo mismo de lo que acusan a los supuestos represores. Eso sí, en nombre de la democracia y de la libertad.

   Los que como yo pensamos que dos lenguas son mejores que una, que después de 500 años un idioma ya debería también considerarse como propio de la zona en el que se habla (además de forma mayoritaria), que ni mis padres ni mis abuelos han hecho otra cosa en Catalunya que contribuir a su desarrollo en lugar de colonizarla y que merecen un respeto aunque solo sea por la cantidad de impuestos que han pagado para que ahora mucho funcionario de veinte o treinta años, que cobra de sus aportaciones , les desprecie por la lengua que utilizan, los que como yo, digo, que no queremos vivir en un gueto de tuyos y míos ni repartir carnés de patriotismo, entre otras cosas porque nunca me gustaron los que me quisieron repartir desde España ni comulgué con su nacionalismo identitario; los que amamos el mestizaje y el compartir, el aprender del que tiene cosas que enseñarnos sin pensar que somos los más listos, los más guapos y los mejores seres de luz del universo, los que sentimos pena cuando escuchamos en el patio de un colegio decirle a un niño, no en qué idioma debe hablar sino en qué idioma no debe hacerlo, los que no nos sentimos con el poder de decir por dónde ha de trazarse una frontera y con qué criterio y, sobre todo, los que no vemos normal insultar, apalear, gritar, o quemar al que no piensa como nosotros ( y mucho menos aludiendo a la libertad y los derechos humanos), los que como yo, en definitiva, no somos independentistas, entre otras cosas porque pensamos que el que unos políticos mediocres y corruptos a un lado del Ebro no hacen de por sí mejores a los de al otro lado y porque no creemos que si, supuestamente, un estado propio generara más riqueza, dicha riqueza sería repartida entre los que más la necesitan en lugar de quedársela los de siempre (los que la tienen en Andorra o Suiza), los que no comulgamos con las ideas procesistas, somos considerados ciudadanos de segunda y antipatriotas. Curiosamente la misma consideración con la que nos obsequian los salva patrias del otro lado.

Bien, sigan insultándome. De una parte y desde la otra. Yo seguiré pensando que podemos llegar a un entendimiento y, de no ser así, por supuesto que estoy de acuerdo con un referéndum vinculante y que la gente decida. Pero que donde salga No, se respete del mismo modo que pretenden que se respete donde salga Sí. ¿O es que unos han de tener menos derechos que otros? Sería la única manera de convencerme de que, independientemente de la bandera y la lengua que pretendan usar para someternos, unos y otros no son los mismos perros con distintos collares.

Ismael Pérez de Pedro

Poeta