¿Tú entiendes algo?

¿Tú entiendes algo?

“Te juro que si no fuera tan triste sería imperdonable no reírse”. Este verso de una canción del gran Luis Eduardo Aute bien podría definir, en no pocas ocasiones, la sensación que produce la situación social y política de este país en el que,

por no ponernos de acuerdo, no lo hacemos ni en darle un nombre. Resulta ahora que el tribunal constitucional, máximo órgano de la justicia española (perdón por el oxímoron) ha declarado anticonstitucional y, por tanto, ilegal (dado que se supone que la constitución es la ley máxima) el estado de alarma como amparo legal para prohibir, al comienzo de la pandemia, la libertad de movimientos de personas y vehículos y las restricciones de horarios. Vamos, lo que dimos en llamar confinamiento. Como este país es así, esta sentencia la dicta un órgano que hace casi dos años que debería haberse renovado y que (oh, qué sorpresa) no se hace por el bloqueo de PP, que tiene mayoría entre sus miembros, y con el beneplácito de Vox, que fue, otra casualidad, quien llevó precisamente ese decreto del estado de alarma al constitucional. No voy a entrar a valorar si para todas las medidas adoptadas era el estado de alarma u otra norma (el de excepción—dicen—aún más lesivo con las libertades de los ciudadanos) la más adecuada jurídicamente, pero sí quiero hacer hincapié en que estos partidos que ahora sacan pecho y piden responsabilidades al gobierno (que, a mi juicio, se ha equivocado muchas veces) son los mismos que insistieron en que ese decreto de estado de alarma llegaba tarde, que la lentitud del ejecutivo había causado miles de muertos de los que el gobierno (social comunista , claro) era el responsable, y que, para más guasa, votaron a favor de la prórroga del mismo. ¿Entonces no esclavizaba a la población?

En un campeonato de cinismo y de hipocresía, ciertamente, estaría muy reñido elegir un ganador. ¿Y las comunidades autónomas? Pues son capaces de decir una cosa y la contraria sin despeinarse y de votar en contra de la aplicación de ese estado pero pretender que se adopten medidas de confinamiento y toques de queda sin él. Y lo bueno, ya para colocarse el embudo sobre la cabeza y soplar un matasuegras con la mirada perdida, es que los tribunales superiores de justicia de diferentes comunidades autónomas, a pesar de la sentencia del constitucional, aprueban esas restricciones de movilidad en un ejercicio próximo a la prevaricación.

En fin, vivir para ver. Y, por supuesto, no se libra de esta epidemia de cinismo e hipocresía el ciudadano común, ese que no está dispuesto a llevar una mascarilla que ayuda a salvar miles de vidas porque atenta contra sus libertades individuales pero que cambia de calcetines y de calzado para poder entrar en una discoteca con un grupo de conocidos para beber hasta no reconocerlos.

Lo dicho: “Te juro que si no fuera tan triste sería imperdonable no reírse”

Ismael Pérez de Pedro

Poeta.