BIENVENIDOS AL GUETO

BIENVENIDOS AL GUETO

Los arcos se rompen; a veces por la cuerda, otras por las palas. En la mayoría de los casos por tensarlos demasiado. Y parece que nos hemos instalado en una dinámica de tensión constante, de confrontación permanente.

Nadie cede, todos tenemos razón. Y tal vez sea eso lo que no acabemos de aceptar; no que nosotros no la tengamos, sino que el otro también pueda tenerla. Nos hemos acostumbrado a negar cualquier punto de vista que no sea el nuestro, o peor aún, a admitirlo pero catalogarlo como peligroso sin más argumento que pensar que, como no es el nuestro, no puede sernos útil. Por algún motivo (tiendo a pensar que impuesto por aquellos que ostentan el poder, aunque bien pudiera deberse simplemente al egoísmo biológico del que hablaba Hobbes) por algún motivo, digo, nos inclinamos a rechazar todo aquello que consideramos que puede interferir en la consecución de nuestros objetivos primordiales y, por consiguiente, a considerar enemigo al que tenga unos objetivos diferentes o incluso a aquellos que, aun  teniendo unos similares, puedan poner en peligro la conquista de los propios o simplemente retrasarla. Muy posiblemente, las grandes corporaciones y los políticos que actúan para ellas como manijeros utilicen precisamente ese egoísmo biológico al que antes hacía referencia para manipularnos con mayor facilidad y conseguir sin grandes esfuerzos aquello que siempre ha servido para mantener a todas las sociedades divididas; el conflicto. Porque para el acuerdo entre partes con criterios e intereses opuestos hace falta ceder, y éste es un verbo que pretendemos que siempre conjugue el otro, el oponente. Sólo cuando las cosas están a punto de desmadrarse o ya lo han hecho, para encauzarlas, nos remitimos a las leyes, o las retocamos, pero, desengañémonos, no en un gesto altruista de generosidad para con el otro, sino en uno de superlativo egoísmo al ver que la confrontación social y orgánica han llegado a un punto de no retorno que hacen que peligren los intereses de todas las partes implicadas, es decir, que han provocado que sea peor vivir en la anarquía que en un marco imperfecto en el que, de vez en cuando, aparentemos conceder algún tipo de prebenda, gracia o indulto al contrario. En otras palabras, apelamos a la concordia cuando el arco, de tanto tensarse, se ha roto y nos ha golpeado en la cara uno de sus extremos, o bien las flechas han salido disparadas indiscriminadamente haciendo blanco también en nuestra propia diana. Sólo entonces apelamos a reconducir la situación. Pero, no nos equivoquemos, siempre con nuestros ojos puestos en nuevos arcos y aljabas llenas de puntiagudos recelos que se empeñan en que afilemos.

     Reflexionen, si quieren, sobre ello, con cualquiera de los temas cotidianos; identidad, pertenencia, clase social, idioma, género, salarios, derechos, creencias…Si no te uniformizas, siempre habrá un maniqueo que te llame equidistante.

     Soy tal, y quiero vivir en vuestro gueto; bienvenido, tal, te queremos.

Ismael Pérez de Pedro.

Poeta