Y tú, ¿en qué idioma comes?

Y tú, ¿en qué idioma comes?

Soy catalán, y eso molesta a muchos. Soy español, y eso molesta a otros tantos. Soy un catalán al que le gustaría independizarse de España; de cierta España. Soy un español al

que le gustaría independizarse de Catalunya; de cierta Catalunya. Caben más combinaciones y algunas las tengo más claras que otras, pero de lo que sí estoy totalmente convencido es de que los gobernantes, tanto los de un lado como los del otro, hace ya muchísimo tiempo que se independizaron de mí, como español, como catalán, como ciudadano. Creo sinceramente que se han separado de la mayoría de todos nosotros, si es que alguna vez anduvieron a nuestro lado. Y en su guerra (que no la mía) han ido haciendo prisioneras a varias conciencias, tratándonos de convencer de qué tenemos que sentir, de en qué idioma debemos hablar y de quién tiene la culpa de nuestros problemas, que, curiosamente, nunca son ellos. Nos piden fe en su gestión, cuando si hay algo que es imposible es precisamente tenerles fe. Nunca han llevado a cabo sus promesas. Nunca. Y cuando se han podido acercar ha sido por estrategia, no por cumplir con su deber. Les importamos poco o nada. Es lo que opino. Deberían enjuagarse la boca con lejía antes de hablar de libertad y democracia. Escoger entre dos opciones que ellos mismos te imponen no es elegir, no es libertad. Yo voy a seguir utilizando la lengua que considere oportuna cuando lo considere oportuno y con quien así lo decida (para eso sé más de una) le pese a quien le pese, y seguiré formándome una idea de las personas por sus acciones y por lo que piensen, independientemente de en qué lengua lo expresen. Yo no quiero vivir plenamente en catalán, ni pretendo hacerlo en castellano, del mismo modo que no pretendo quedarme sólo en mi barrio, en mi ciudad, o ver únicamente a las personas que tengan mi misma opinión y gustos, una cultura similar o un determinado color de piel y una condición social parecida. No temo la mezcla ni el mestizaje, desde el respeto. Y, por descontado, no considero que nadie tenga que aprender de mí más que de cualquiera ni que alguien sea mejor o peor persona por la lengua con la que se exprese o por su lugar de nacimiento, algo que, por otra parte, nadie escoge.

Ojalá el idioma deje de usarse como un arma para separar y excluir cuando tendría que ser un instrumento justo para lo contrario. La democracia, palabra que blanden por igual gentes tan distintas, (o no) no puede pretender conceder un derecho a alguien negándoselo al vecino. Eso tiene otro nombre, del que se deriva ese adjetivo con el que tanto gusta últimamente calificar a todo aquel que tiene una opinión distinta a la propia. Ya me he examinado de bastantes cosas en mi vida como para tener que hacerlo también de patriotismo cada cuarto de hora y en aulas diferentes cuando, además, a los examinadores, de la rosa les queda únicamente el nombre.

Ojalá los árboles dejen de taparnos el bosque.

Ismael Pérez de Pedro

Poeta