NO ES PAÍS PARA VIEJOS

NO ES PAÍS PARA VIEJOS

Leo en los periódicos una noticia recurrente; la mitad de los municipios del país no tienen sucursal bancaria ni cajero automático. El cuarenta por ciento de ellos tampoco tienen oficina de correos.

La excusa suele ser que son poblaciones de pocos habitantes, generalmente rurales y envejecidas en las que las entidades financieras no ganarían todo el dinero que quisieran ganar, aunque visto el resultado extraordinario de sus beneficios, tampoco lo perderían. El servicio, teniendo esas cuentas tan suculentas año tras año en su haber, es lo de menos. Hablan de la digitalización y la banca online como si todos fueran duchos en utilizarla o, simplemente, quisieran hacerlo. Aquí vamos a lo de siempre; no digo que no sea una herramienta cómoda, cuando funciona, pero debería ser un complemento, una alternativa, no una imposición. Sucede que, como en casi todo, la capacidad de elegir del ciudadano y contribuyente está cada vez más mermada, aunque (paradójicamente al mismo tiempo) políticos, banqueros, grandes empresarios e incluso ciudadanos de a pie que repiten el latiguillo de turno de sus adorados líderes, manosean a diario hasta la náusea la palabra libertad. Y la libertad no existe o se debilita cuando se acota o se suprime el objeto de la elección. Debo admitir que me cansa eso de que hay que adaptarse a los tiempos. Los mayores, muchas veces con pensiones de miseria después de haber levantado un país que ahora estamos volviendo a dejar caer, no tienen por qué pagar una conexión a internet para saber el estado de sus (en demasiadas ocasiones) depauperadas cuentas, ni tienen, si no quieren, que usar una tarjeta o comprarse un teléfono móvil, una tableta o un ordenador para hacer sus pagos o sus consultas. Ni mucho menos tienen por qué tener un vehículo para desplazarse a otras ciudades. Ni los mayores ni los que no lo son aún, porque con suerte llegarán a serlo y verán (veremos) cómo otros “avances” nos superarán también a nosotros y nos relegarán a lo que estamos relegando hoy a nuestros padres y abuelos, a la dependencia y a la exclusión de una generación que se la jugó para que hoy en día no puedan pagar un café en su pueblo sin depender de que alguien les haya sacado el dinero .Por no decir que muy a menudo son estas personas menos ágiles en manejarse con las nuevas tecnologías las que más necesitan acceder a esos tipos de servicios que tanto se han digitalizado, como la seguridad social, la atención sanitaria o el INEM por poner algunos ejemplos. No pido que la opción digital desaparezca, sino que coexista con la tradicional, del mismo modo que todos, de una y otra edad y/o capacidad, coexistimos al mismo tiempo. Y que cada uno elija. Y de paso, si es posible, que se pregunte también a quién y por qué molesta tanto que podamos hacerlo; lo de elegir, me refiero, y a quién beneficia que en la actualidad, siguiendo nuestro rastro digital, puedan saber y tener controlados cada uno de nuestros movimientos; dónde hemos comido, dónde hemos comprado (y hasta qué), a dónde hemos viajado, en qué hotel nos hemos alojado, qué idioma hemos utilizado en nuestras transacciones comerciales…Inquietante, ¿no?

Ismael Pérez de Pedro.

Imagen del blog de Hostalia.