CAUSAS Y AZARES
El café de la máquina expendedora que hay en la pequeña sala de visitas del sociosanitario es malo, pero ayuda a mantenerse despierto. Por las ventanas se ven unas pistas de tenis en las que rebosa esa vida que entre los muros del centro parece ausentarse sin remedio. Llevado por la inercia de los días, alguien mira cómo golpean una pelota que va de campo a campo o se estrella en la red.
Hace meses que mira. Cuando la bola golpea la parte superior de la red y se eleva, sólo el azar determina de qué lado de esta caerá. Murmura que podría ser así con la política. Que fuera la suerte, en un programa concurso retransmitido en abierto, por ejemplo, la que decidiera qué diputado, consejero, concejal, asesor o cualquier otro de los innumerables cargos es condenado o absuelto de los delitos que haya podido cometer; que no fueran ellos mismos los que decidieran quién ha delinquido o si deben pagar por ello dependiendo de a qué partido pertenezcan o de sus motivaciones para hacerlo, de esa expresión tan manida por unos y por otros y tan usada de comodín que es la coyuntura política, que convierte en reprobable o inadmisible un mismo acto dependiendo de lo que al implicado le convenga en cada situación.
También podría usarse el mismo método allí, en el sociosanitario. Que un sorteo determinase a quién cambian primero, quién estará encamado en habitaciones a pleno sol porque los estores se rompieron y aún no se han arreglado, si la ambulancia vendrá en tres o en seis horas, a quién de entre los doscientos pacientes le dará tiempo a atender de sus dolencias al único médico que hay en fin de semana, o quién tendrá que aguantarse sus necesidades un poquito porque los domingos escasean los pañales.
Siempre—piensa—sería menos cruel dejar todas esas minucias al azar que a la voluntad política de nuestros amados líderes. Así, además, nadie podría quitarnos esa sensación de fortuna inmensa el día en que la casualidad haga que la pelota caiga del lado que nos favorezca.
Se aleja de la ventana, va de nuevo hacia la máquina, saca otro café.
Ismael Pérez de Pedro