
REFLEXIONES DESDE LA HABITACIÓ 1004 DEL HOSPITAL (24 DE ABRIL A 8 DE OCTUBRE, 2023)
9.- VISIÓN DE MI HABITACIÓN
Esta noche ha tocado ver y oír otra perspectiva distinta de mi habitación. He visto el efecto de la anestesia en su cara negativa. El vecino de la cama número 3, vocea a las 4 de la madrugada: “¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? Su esposa intenta calmarlo. - “Estamos en el hospital”. - - ¿En qué hospital? Esto es una cárcel donde me tienen prisionero”. Grita. Quiere
levantarse. Se arranca las vías del suero. Tira las medicinas al suelo. Se incorpora de forma violenta. Quiere levantarse. Amenaza a su pobre esposa. La zarandea. La señora pide auxilio. Vienen los enfermeros. Intentan poner orden. Le hablan con todo su afecto. Después de diez minutos le disminuyen la agresividad. La esposa intenta convencerlos de que su marido no es así, sino amable y cortés. No entiende lo que está haciendo en este momento.
Viene el médico. - “No se preocupe, señora, esto es una reacción a la anestesia. Dentro de unas horas volverá a ser el marido ejemplar que ha sido siempre”.
La señora pidió perdón. Lloró. Le dieron un calmante y, agarrada de la mano de su esposo podrá llegar al nuevo día. Hay calma y parece que todo fue un mal sueño que ya se acabó. Todo ha sido un incidente.
He aprendido una lección inolvidable de los médicos, de los enfermeros, de los profanos en medicina, cada cual en su papel de actor improvisado.
El enfermo enfurecido de anoche ha pedido perdón por el espectáculo que le han dicho que protagonizó. Está avergonzado. Le decimos que no se preocupe.
10.- DÍA DE BIOPSIA EN HOSPITAL DE BELLVITGE
Ayer, día siete de mayo, llegué al hospital de Bellvitge en ambulancia, derivado de Viladecans, por acuerdo de los cirujanos de los dos hospitales. Mucho tránsito en la C32. La ambulancia paró junto a la puerta principal. Me bajaron y, acompañado por mi esposa Elena, subí a la planta 13. Me tomaron los datos protocolarios y me asignaron la habitación 1306. A la tarde me bajaron a la zona de los quirófanos para hacerme una biopsia. Bajé atendido por doctores jóvenes, amables y eficaces. Con su presencia y su actitud se ganaron mi confianza. Me relajé y se me esfumaron los miedos a lo desconocido y a ese peligro invisible que nos rodea. Un solo minuto de charla. Una sonrisa, una mirada, y un ambiente mágico, me hicieron reconocer los milagros de la anestesia.
A partir de aquí comencé a ver “una película de ciencia ficción”. Me introdujo mi mente en este mundo de acción, donde las máquinas podían comunicase con los médicos. Los médicos indicaban a las máquinas robots lo que tenían que hacer. Sombras que corrían por mi mente me relajaban y asombraban. Me parecía que el tiempo se había detenido. Me sentía feliz y dichoso en aquel lugar donde me encontraba. No noté dolor en la punción para extraerme algo de hueso y de carne viva para ser examinados y cultivados para cerciorarse de la capacidad de producción de glóbulos sanguíneos y la fortaleza del fémur antes de programar la operación.
No sé exactamente el tiempo que estuve dormido ni me di cuenta de lo que me estaban haciendo. Había puesto toda mi confianza en los doctores. Me dejaba llevar por un mundo desconocido, pero muy agradable, porque no sentía dolor y sabía que estaban buscando remedios a mis males. Me parecía oír música deliciosa, suave y relajante. Si me hubieran preguntado si se me hacían largos los minutos, hubiera respondido que no. Estaba en un mundo nuevo, y acompañado por “los ángeles de la salud” que me cuidan a todas horas.
Me parecía oír unas palabras técnicas muy difíciles de interpretar. Pero eran muy agradables y me transmitían tranquilidad, por su tono de voz y su afecto. Era como si estuviera en un concierto donde no entendía la letra, pero la música era sublime y el recinto adecuado para gozar en la intimidad en una atmósfera perfecta.
Cuando desperté, encontré a mi lado a los doctores que me atendían, con la misma sonrisa de siempre y con la misma sensación de agrado. Ya me habían ganado otra vez.
Me subieron a la habitación. Y allí seguí gozando del sueño de la felicidad.
Pero, al cabo de unas horas volví a la pura realidad de la vida. Entonces me propuse continuar esperando con mi paciencia y con esperanza para que todo llegara a buen término.
ANDRÉS GARCÍA MOTOS