
FIRA D`HIVER
La plaza de la Iglesia tiene, en las horas finales de la Fira d`Hiver, un aspecto nostálgico y tristón.
Hay una caseta de bocadillos con salchichas XXL, una muchacha que adivina el futuro, que a esta hora se aburre, un puesto donde venden libros y la propietaria se queja, cómo no, de lo poco que lee la gente.
Un poco más allá, en una esquina, está el único lugar con alegría en este anochecer: es donde venden bollos preñados. La cola la forman casi veinte personas y la certeza de que ya tienen la cena resuelta.
Los puestos de juguetes de artesanía son la imagen de la dignidad en este áspero mundo donde nos invade la modernidad
malentendida que se lleva la imaginación de nuestros niños.
Chicas jóvenes en stands comerciales, ahítas de sonreír, a esta hora se arrebujan porque comienza a hacer frío; sueñan con marchar a su casa.
Hay un asador de pollos, un horno de pan gallego, una casi niña morena que, ¡oh prodigio!, convierte el azúcar en algodón. Una noria para críos que, más ecológica, ya es imposible, es movida por el dueño con sus brazos. Alfajores, empanadas, aceitunas, té moruno, bufandas, pendientes de plata
Mañana, la castañera de siempre estará sola y los servicios de limpieza borrarán la huella de la vida.
«Avito», me dice a la mañana siguiente Lúa al abordar el autobús. La palabra me desconcierta al oírla, no la entiendo. Pasados unos segundos, me doy cuenta de que ha usado un diminutivo de «Avi» y a una palabra catalana, le ha puesto una terminación castellana. Los niños te recomponen el día con su infinita bondad e ingenio.
En el autobús hay un grupo que se lamenta porque el Girona, fundió al Barça y le endosó cuatro goles (sic.). En Girona están exultantes.
El fútbol, el auténtico opio del pueblo. Karl Marx no vivió para contarlo.
Al bajar, semáforos, pasos de cebra, ruidos, defecaciones de perros o de sus dueños en las aceras; se está nublando, pero no lloverá.
Todo está bien, como dios manda, en estos primeros días de una primavera calurosa, intempestiva, inquietante.
Felipe Sérvulo