¿FELICIDAD o pequeñas cosas que nos hacen felices?

¿FELICIDAD o cosas que nos hacen felices?

Últimamente (entiéndase por últimamente varios años atrás a partir de hoy, y también años

por delante porque no se va a poder borrar de un plumazo esta tendencia) en las redes sociales, en los medios de comunicación, la forma de entender la vida es que es corta y que debe vivirse de forma plena y consciente y sin temor a las consecuencias. Así como también, el único estado posible de vivencia plena es la felicidad…

Es por esto que podemos entender que la gente no cumpla con normativas y preceptos que se nos han marcado, que no entendamos de prohibiciones, ni de confinamientos ni restricciones, que nos saltemos las normativas impuestas… Pues total, “de algo hay que morir, qué más da”.

La vida humana queda reducida a momento efímeros y a disfrutes puntuales y se la valora poco y se la tiene en poca estima.

Entonces vemos a gente comprometida, a sanitarios deslomados y extenuados, rendidos de cansancio y llamando la atención como pueden en redes sociales, a través de familiares y amigos, intentado para esta vorágine de personas que lo quieren todo ya, en el momento, de la forma que sea y en las condiciones que sean…

Todo este razonamiento deja por el camino a muchas personas que no tienen la vida resuelta, personas con enfermedades mentales, con adicciones, personas con enfermedades crónicas, personas “perdidas” en el mundo, y con un virus en ciernes que puede estar en cada esquina de nuestro recorrido…

Estos planteamientos epicúreos, de búsqueda de placer inmediato, pero sin la base de prudencia que pregonaba el famoso filósofo griego al que debe su nombre, son, en muchas ocasiones, la base de gran número de frustraciones, rabietas, giros personales en la vida de algunas personas hacia no se sabe muy bien dónde y que llevan a estar más perdidos que antes. También conlleva unas sanciones legales y monetarias, que, en algunos casos, asumirán familiares por el deber de la protección de los allegados, y sin hacerles afrontar las consecuencias de sus propios actos.

La felicidad plena, como estado final de la vida, si alguien lo consigue, es tremendamente difícil de mantener. Se consigue en pequeñas porciones, y, en ocasiones, pasa desapercibida por otros acontecimientos que nublan esa vivencia de la felicidad frugal que se consigue. Y no se va a conseguir sin asumir consecuencias, si son otros los que pagan por los errores de unos pocos.

La sobreprotección de familiares, padre y madres de generaciones con otros principios y creencias, hace de los actuales jóvenes (y no tan jóvenes ya sea dicho de paso) alguien sin recursos para solucionar problemas, sin herramientas para solucionar situaciones que los contrarían y sin saber cómo comunicar lo que ocurre o cómo se sientes. Tienen la vida solucionada por unos mayores que no vivirán eternamente ni les sacarán las castañas del fuego.

Para algunos la felicidad es poder comprarse un par de zapatos de la marca más cara de suela roja o de piel o del mejor cuero (por indicar una marca cara de zapatos, podemos poner otra...), para otros la felicidad es poder calzarse un par de zapatos, sea de la marca que sea, pero que deje de quedar en contacto el pie descalzo con el asfalto.

Para otros es poder tener un coche de la marca X con navegador y localizador, inyección, tracción, a ser posible rojo (que corren más...). Para otros es poder salir de casa con garantías y no perder el tren que les lleve a trabajar, ya que el siguiente tren pasa al cabo de media hora más y ya han perdido la posibilidad de llegar puntuales ese día. Y quizá vaya más lleno y tengan más peligro a la hora de contraer un contagio no esperado ni deseado…

En ocasiones la felicidad son cuatro risas gracias a un programa de radio o de televisión. Para otros es entrar a formar parte de un programa de televisión donde se alimenta más el ego que la inteligencia, donde se sobrevalora más el recipiente que el contenido de la persona…

La felicidad depende de quién la viva, si es consciente de que la está viviendo, y también de cómo la viva. Pero no es un estado obligatorio. Si nos la ponemos como un estado obligatorio (como ocurre actualmente en las tendencias actuales de hoy en día), el hecho de no llegar a ella como esperan los demás (no cómo yo puedo y debo vivirla) generará en mi un sentimiento de frustración, de “no encaje” con los demás, que me llevará a sentirme “alienado” de ese grupo social de referencia.

Frustrado y airado con la vida, enfadado con el mundo porque no me da lo que yo quiero cuando a los demás los llena de contemplaciones. Porque los demás tienen parejas de ensueño (príncipes y principesas azules que destiñen a la mínima lavada de cara), vida de ensueño, relaciones de ensueño, trabajos a los que yo no puedo acceder y que son “lo más de lo más” en el trabajo…. No valoramos el esfuerzo, la decisión y la elección, no. Los demás lo tienen por derecho divino sin trabajárselo. Yo también debo tenerlo así (nótese el tono de ironía, por favor).

¿Qué es para usted la felicidad? Respóndase a esta pregunta de forma racional, verdadera, sin sesgos ni influencias (tendencias actuales modernas). Ahí encontrará su pequeña parcela de vivencia de la felicidad. No pretenda grandes respuestas, ni respuestas que esperan los demás, como la socorrida “paz en el mundo” del mundo de la moda. Respóndase de forma franca. Si no encuentra respuesta, quizás tenga de reorientar su “radar de autorealización”, pero nunca pierda la esperanza de encontrar una pequeña fracción de felicidad, la hay, pero quizá pasa desapercibida por otros acontecimientos importantes.

¿Seguimos?

Sandra Sánchez

Psicóloga