14 de marzo: pasado y presente de una pandemia

14 de marzo: pasado y presente de una pandemia

Hace justo un año que comenzaba en nuestro país el estado de alarma a causa de la pandemia del COVID-19 que aún

hoy perdura lamentablemente. Parece mucho más tiempo, pero si, hace un año de cuando el mundo paró, literalmente. Recuerdo el vértigo y el miedo que sentíamos al ver como “ese virus lejano de china” era ya una realidad en nuestra propia tierra tras llegar a Europa en pocos días-horas vía Italia. Un enemigo que nos aterraba considerablemente al no saber a que o a quien nos enfrentábamos.

Lo cierto es que la humanidad ha afrontado y derrotado muchísimas pandemias a lo largo de la historia, a saber: la de la peste bubónica en el siglo VI con el emperador Justiniano, la peste negra del siglo XIV, los contagios a causa de la llegada de los españoles a América Latina a finales de siglo XV, la gripe española el siglo pasado etc. De todas ellas, la humanidad ha salido en conjunto, reforzada (para más información leed “El día después de las grandes epidemias – de la peste bubónica al coronavirus” de José Enrique Ruiz-Domènech el que haré reseña más adelante) por lo que el COVID-19 no iba a ser menos. Pero volvamos a ese fatídico 14 de marzo.

Era un sábado, nunca se me olvidará. El ambiente, que ya venia siendo de por si rarísimo en los últimos días, terminó por manifestarse cuando vimos en la tele la puesta en marcha del estado de alarma que marcaría un antes y un después en nuestra historia reciente. Nadie era consciente de la que se nos venia encima, aunque tuvo sin lugar a dudas impacto inminente: se suspendieron todas las actividades: conciertos, obras de teatro, funcionamiento de las escuelas etc. Fue como un “zas, en toda la boca” mandando con ello a paseo todo el calendario, los objetivos y las tareas a realizar más inmediatos.

Los que pudimos nos quedamos en casa con el ERTE, recibiendo al menos algo con lo que poder ir tirando. Y digo los que pudimos, porque hubo gente que siguió trabajando al tratarse de un trabajo esencial o porque tuvieron que ser tratados con urgencia por el contagio.

Algunos no lo llegarían a contar siquiera por desgracia… Los que afortunadamente podemos explicarlo aprovechamos el tiempo infinito en jugar a la play, escuchar música, leer, estudiar, cocinar, hacer ejercicio, estar en contacto con nuestra gente a través de las famosas video-llamadas etc.

Recuerdo perfectamente esos momentos que cada vez era más evidente la tragedia y que pese a la incertidumbre, la tristeza y la desesperanza, uno se agarraba en todo aquello que nos hace siempre felices.

I paréntesis: menos mal que esta pandemia no ha ocurrido en los años ´90 de mi infancia y hemos podido sobrellevarlo todo lo bien que se puede llevar a través de internet y el sin fin de posibilidades que ello ofrece.

II paréntesis: Gracias al mundo de la cultura que pese a haber sido de los sectores más damnificados en esta crisis, ha sido a su vez de los que más se han dejado la piel y han aportado especialmente durante el confinamiento.

A mi personalmente, todas esas actividades culturales me hacia mantenerme en pie y contribuía enormemente en mi sentido del deber: sentía que tenia un deber con mi familia y amigxs a la hora de “tenerlos con el animo a flote”, animándoles, manteniendo a raya a las actitudes cenizas y en definitiva que tuviéramos el espíritu siempre fuerte. Ahora se dice pronto, pero me cachis… Contando chistes, aportando en entretenimiento, haciendo reír y aportar algo de luz entre tanta niebla espesa. Sacar las fuerzas y lo mejor de mi mismo para la gente que aprecio. Era eso o caer en el otro gran contagio: el de la desesperación.

Progresivamente, con la llegada de la primavera la cosa fue prosperando. Algunos eso si, tuvieron graves dificultades para sobrevivir, otros tuvieron oportunidad de ahorrar un poquillo, al gastar poquito “por si las moscas”.

En mayo entramos en el proceso de “des-confinamiento”. Recuerdo la angustia de “a ver que panorama me voy a encontrar” al volver a la rutina. Lo malo para muchos fue llegar a Julio y ver que recuperábamos lo peor del escenario pre-pandemia: volver al ritmo de mierda de vida pero sin todo aquello que lo hacia soportable: planificar vacaciones; salir con las amistades a un concierto, tomar algo, ocio en general etc.

Un año después aquí me encuentro escribiendo este tocho de articulo con un escenario cada vez más optimista, aunque es ahora más que nunca cuando no debemos bajar la guardia en absoluto. Considero que podría tirarme horas escribiendo, porque me dejo infinidad de detalles y anécdotas al respecto. El 2020 en general será un año del que se escribirán una y otra vez cosas y seguirá dando que hablar en el futuro. Esta pandemia ya está siendo historia.

A un año de este maldito 14 de marzo, recordar y no olvidar se convierte en una tarea fundamental, para saber de donde venimos y hacia donde vamos en nuestro país.

Porque pese a todo hay que alegrarse de estar aquí y ahora ¡lo podemos contar! Y eso es lo más importante. Porque no lo dudéis, la humanidad saldrá de todo esto. Pero insisto que hay que seguir las indicaciones de las autoridades sanitarias y hacer uso del raciocinio y el sentido común por el bien general. A largo plazo, el mayor homenaje que se le puede rendir a los que ya no están, es sobrevivir y tirar adelante. Hagamos que no haya sido en vano tantísima perdida...

Y acabo: decían que saldríamos reforzados de todo esto. Enseguida esto fue motivo de mofa para más de uno y razón no les faltaba: hay quienes han querido sacar rédito político de todo esto confrontando unos con otros; quienes han negado la pandemia gin-tonic en mano (o chupito de lejía, la bebida favorita de Mr Trump) y han salido a manifestarse con sus coches de lujo y camisetas de marca atadas a los hombros celebrando además fiestas ilegales etc. Todo ello mientras morían personas, se hospitalizaba a gente con el riesgo de colapsar el sistema publico sanitario y otros hacíamos esfuerzos titánicos por no desanimarnos ni que no se nos cayera la casa encima.

Tras la peste negra, en Europa surgió el renacimiento. Nos toca ahora a nosotros repensarnos completamente como especie y crear una hoja de ruta – ponernos objetivos a desarrollar por el bien y el futuro de la humanidad.

Debemos preguntarnos ¿Estamos por un mundo más justo y solidario o por un mundo que señala y confronta “al último con el penúltimo”? ¿Estamos dispuestos a aceptar un mundo donde nos de igual que se acabe con bosques, se contamine nuestro aire y nuestras aguas para llenar los bolsillos de solo unos pocos? ¿Queremos que el país siga dependiente ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE del sol y los turistas? ¿Queremos un “club de amigos” en el que se tiene la mano dura contra países en el que forman parte (Véase Grecia, año 2015) pero permite que las grandes farmacéuticas especulen con las vacunas que se han financiado con el bolsillo de todxs? (Algo parecido a la expresión aquella de “socializar perdidas y privatizar beneficios”.

Todas y estás preguntas debemos hacernos desde ya. Porque salir vamos a salir de esta, “me cachis en la mar”. Pero de lo que se trata es que no salgamos con fecha de extinción a la vista, ni fecha de caducidad para la tierra. Dicho de otro modo: no salir en clave reaccionaria si no en plan humanista re-renacentista. Si, Vaya flipao, re-renacentista. ¿Pues, por qué no? Al fin de cuentas, a la que acabe esto, hay que “comerse el mundo”. ¿No creéis?

Rafael Valentín