Estados de ánimo en tiempos de Covid-19

Estados de ánimo en tiempos de Covid-19

Hay cosas que han escuchado mis oídos que me llenan de tristeza. Sabiendo mi profesión, que hace años que me dedico a la formación de personas

adultas y a la psicología (psicoterapia individual y grupos de ayuda mutua), la gente realiza afirmaciones que no me dejan impasible y, en ocasiones, me llenan de una profunda congoja y tristeza.

  • La depresión te la creas para no trabajar, vamos, no me fastidies…”
  • Estás deprimido porque quieres…”
  • La depresión la han inventado los médicos para que la gente que no quiere trabajar no vaya a trabajar…”
  • Fúmate un porro y verás como se te va la depresión…”
  • ¿Dolor? Un hueso en el estómago es lo que tiene…”

Y como estas afirmaciones, muchas más a medida que han pasado los años. Y a pesar de la evidencia y de los estudios realizados sobre depresión, dolor, enfermedad crónica, y que han evidenciado la relación que mantienen entre ellos, las personas seguimos despreciando al enfermo, y, sobre todo, a la persona que tiene una enfermedad mental.

La depresión (mayor o distimia) es un trastorno del estado del ánimo de la persona. Debe ser diagnosticada por profesionales de la salud, y tratada con el tratamiento adecuado, ya sea farmacológico como de soporte psicológico.

La depresión no distingue entre jóvenes y no jóvenes, niños o adultos, adultos jóvenes y adultos no tan jóvenes. La depresión viene y, cuando se establece en una persona, permanece si no se trata convenientemente, con todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance.

La situación de salud actual ha hecho un flaco favor al tratamiento para la depresión. Las condiciones de salud actuales han provocado recaídas y nuevos diagnósticos en depresión, así como la aparición de nuevos síntomas, en todas las franjas de edad, en todos los estratos sociales y en todas las profesiones: pérdida de empleo, defunciones, enfermedad, separación de personas enfermas, aislamiento, obligaciones, miedos, salidas de tono, desprecio hacia la situación, la propia enfermedad…

Todas estas situaciones (que realmente son un resumen de la realidad) incrementa la aparición de síntomas de depresión y, también, de ansiedad. El dolor, otras enfermedades, situaciones irreversibles, pérdidas (personales, laborales, familiares…) nos generan situaciones en las que no podemos distinguir salidas ni opciones de comprensión. Es imposible saber, ante la situación actual, qué tolerancia tenemos las personas para comprender, valorar y aceptar la situación actual de salud y sus efectos colaterales en cuando a la propia persona, al trabajo, a la propia salud, a la familia, a nuestra red social…

Ante todo ello:

  • Ahorremos comentarios hirientes ante las demás personas. Despreciar, menospreciar, no valorar una situación personal que no sabemos el alcance e impacto que puede tener, mejor no emitir un juicio de valor socavando lo que sienten los demás.
  • Una sonrisa ayuda a afrontar las situaciones y adapta nuestro comportamiento con los demás. Quizá el que tengamos delante necesite de esa sonrisa para continuar con su día a día.
  • La falta de contacto en nuestra sociedad ha agravado la visión, apreciación y comprensión de la situación actual. Somos una sociedad de contacto, de gritos, de expresiones corporales, faciales, somos una sociedad “táctil”. La falta de contacto actual no nos es cómoda. Sonríe, ayuda con la mirada, habla con palabras de comprensión positivas. Quizá ya sabemos cómo están las cosas, embrutecerlas, ensuciarlas no nos va a ayudar. Ya sabemos que quizá no todo salga como queremos o deseamos, pero una palabra amable nos va a ayudar en el día a día (eso no quiere decir que no valoremos la situación adecuadamente, sino que no pretendemos “hacer leña del árbol caído” con la situación. No estamos bien, pero no vamos a regodearnos en ello). Una sonrisa, una palabra amable a tiempo, en ocasiones, es un mundo nuevo.
  • La fatiga ante esta situación, la constante preocupación, el exceso de vigilancia por la salud (estado de hiperalerta), no son buenos consejeros para la salud mental ni, de paso, para la salud física. Busquemos momentos de “asueto”, donde podamos ser nosotros mismos sin miedos.
  • Todos hemos perdido algo o a alguien en este último año. No perdamos las formas, la cordialidad, las buenas maneras, el buen saber ser y estar. Atravesamos todos un duelo constante, que en muchas personas no se ha realizado de forma correcta. Seamos indulgentes sin caer en la intransigencia, pero tampoco caigamos en la condescendencia constante. Busquemos ayuda, busquemos quién nos proporcione las herramientas necesarias para poder superar situaciones. Ahora más que nunca es importante saber levantar la mano para pedir ayuda.

Tengamos en cuenta que los procesos de duelo, la comprensión de las situaciones y enfermedades, cada uno lo realiza como puede. No todos tenemos las mismas capacidades, resistencia, resiliencia y actitud para afrontar situaciones difíciles. No midamos a todo el mundo por “el mismo rasero”.

¿seguimos?

Sandra Sánchez

Psicóloga