
PASEO INSOMNE
No duermo. Es un hecho triste, aunque, como canta Serrat, nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. No duermo, y ya he probado muchas cosas. He pasado por las dormidinas, las infusiones, las valerianas, los Valium, los Orfidales, las Sertralinas, sus múltiples combinaciones, en píldoras, en grageas, en pastillas…He contado ovejas, negativas, mentiras de políticos…Y nada. He pasado por la época de la acupuntura, del yoga, de los porros, y he seguido los consejos (tan bienintencionados como sorprendentes y estrafalarios) de todos aquellos que (pidiéndolos o no) me los han ofrecido.
Y no duermo. Y el verano no ayuda. Y el calor no ayuda. Y los vecinos no ayudan. Y que todas y cada una de las fiestas, celebraciones, verbenas, ferias y quedadas tengan un palco de honor en mi terraza, tampoco ayuda.
Hoy, harto de cama y como acostumbro, he salido a caminar un poco. Apenas clareaba el día y yo ya trataba de escapar de las docenas, centenares, miles de aves que, a eso de las seis de la mañana, de golpe y sin piedad ululan, trinan, gorjean, graznan, zurean y arrullan a un volumen que ni el televisor de un asilo, como si, al despuntar el día, se citaran pandillas de pájaros llegadas de toda la ciudad dispuestas a hacerse con el control de mi barrio sin escatimar ningún medio.
Y allí estaba yo, sorteando zurullos por inercia mientras un domingo rosicler se desperezaba tras una noche que volvía a dejar sueños incumplidos, contemplando la fauna madrugadora que pulula a esas horas inciertas en las que nadie sale a la calle sin un motivo sólido.
Y qué paisanaje. Corredores reflectantes conectados a más aparatos que en la UVI, perros y amos que no saben muy bien quién ha sacado a quién, conductores de esos que te saludan al saltarse el paso de cebra que vas a cruzar, como pidiendo perdón por no haberte atropellado, señoras con los párpados pintados de azul que comentan que les duele todo pero a las que eres incapaz de seguirles el ritmo, jóvenes recién aterrizados de la fiesta de no sé dónde, con pantalones con menos tela que un parche pirata y unas camisetas con escotes hasta el piercing del ombligo…¡Y las chicas van igual! En fin, que todo me hace sentir viejo y desubicado.
Claro que habría que saber también qué habrán pensado todos ellos al toparse de frente, a las seis de la mañana, con un cincuentón legañoso con los ojos como dos arañas rojas, unas chanclas comidas por el talón, unos pantalones cortos de deporte que ya eran viejos cuando Naranjito era semilla, y una camiseta equisele de tirantes y color indeterminado por la que asomaba, buscando quizás tiempos mejores, media tetilla sucumbiendo inexorable a la ley de la gravedad.
Pensar que podrían haberse evitado la imagen si yo durmiera….
Ismael Pérez de Pedro