Hoy veo el horizonte más claro, más limpio y nítido, tras la ventana de mi habitación y dentro de mí mismo. Me encuentro mucho más optimista. Ayer llovió bastante y los árboles muestran sus trajes verdes e impolutos. Las calles han cambiado de apariencia. Los peatones están caminando con otro aire y otro garbo. Sus movimientos son más elegantes y enérgicos. ¿Será porque es la fiesta de San Isidro? No sé el motivo, pero podría decir que es el enorme deseo y la necesidad del agua y de la lluvia que tenemos. Porque el agua es salud y vida.
Llegar a un lugar de 42.500 hectáreas, tras dos horas de viaje, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO, donde habitan águilas, buitres, búhos, avutardas, zorros, gatos monteses, ginetas, anfibios y reptiles en un paisaje sobrecogedor, que la naturaleza ha moldeado con paciencia cósmica durante millones de años y, apenas, poder bajarte del coche para hacer unas fotos, ya que al resto de acompañantes no les llama la atención la maravilla que le circunda y quieren seguir. Fue en las Bárdenas Reales de Navarra.
No estamos en la España despoblada, esto es la España de las cabezas huecas.
Ya la tenemos aquí: Desde hace casi un mes las luces adornan y engalanan las avenidas. La paz, los buenos deseos y los besos y abrazos viajan en correos electrónicos, wasaps y videos. Algunos incluso todavía perfuman la delicada solapa de un sobre que alguien abrirá (probablemente ya el año que viene, que el servicio postal da para lo que da) con la ilusión o el desdén que le inspire el remitente.
En televisión, las niñeras psicópatas de las películas de sobremesa han sido sustituidas
Hoy es mi tercer día de gripe, o lo que sea. Las pruebas nasales dan negativas pero yo no tengo un solo hueso en el cuerpo alineado y que no me duela. Anoche dormí incluso menos de las tres horas que acostumbro, acompañado de esa tos que hace que parezca que un alien va a salirte de la garganta. Parece que se me haya sentado un elefante en el pecho. Voy probando de todo, Paracetamol, agua, ebastel...Hoy he comprado un jarabe antitusivo de esos que te raspan la garganta, pero toso, y moqueo, y toso, y me duele, y toso, y tengo frío, y toso, y calor, y toso.
Como alegoría de que la vida renace en los momentos más terribles, tenemos el ejemplo de los hibakujumoku, árboles que sobrevivieron a la explosión atómica de Hiroshima y que volvieron a brotar a los pocos meses.
En las comunidades donde existen, se les considera auténticos monumentos conmemorativos, casi sagrados para la cultura nipona, pero no es fácil encontrarlos, ya que no hay trazado ningún itinerario oficial para saber dónde se pueden observar. Algunos han
Entrega del IX Certamen literario Constancio Zamora Moreno en Viladecans. Enhorabuena a Marta Carón y Jesús Pico Rebollo, premiados en relato y poesía respectivamente. Gracias a los participantes y asistentes y a Fundación Espejo. Queda convocado el X certamen para 2025.
Ismael Pérez de Pedro
«A veces, todo lo que necesitamos es quedarnos quietos y observar», decía Hopper. Pude comprobar cuánta razón tenía cuando, una tarde de finales de mayo, estaba sentado en un banco disfrutando del komorebi, esas luces, siempre mágicas, que se filtran a través de las hojas de los árboles. De pronto, una mujer de pequeña estatura surgió de un bosquecillo cercano en el inmenso parque de Inokashira Onshi. Vestida de forma llamativa y gorra amarilla, me pareció una duende. Inesperadamente, se puso a tocar el violín. La música surgía de una forma que no soy capaz de adjetivar,
Vuelvo a mirar por mi ventana del hospital San Lorenzo de Viladecans. Veo que el cielo y las calles están como corresponde a este día de primavera alegre. Algo me dice que permanezca en mi habitación, en silencio para poder reflexionar y hablar con las otras personas que me acompañan. Somos cuatro hombres mayores, tres por problemas de cadera, los tres fuimos operados ya antes, y recaídos de nuevo, porque nuestros huesos se están cansando y necesitan pasar por el taller para ser revisados periódicamente, por una fractura fortuita, o movimientos de prótesis, dolores, desgaste, dificultad de
Una vez llegado a la estación Hakusan de la línea Mita del metro de Tokio, aún tendrás que andar diez minutos más —esto no es Kansas, ni hay ciclón que te transporte— para verte ante la puerta principal del Jardín Botánico Koishikawa (Koishikawa Shokubutsuen).
Aquí no te vas a encontrar, por pocos yenes, con Dorothy, ni con enanos, ni con brujas, buenas o malas. Tampoco con Toto, ni con el Profesor Maravillas ni con el Espantapájaros ni el Hombre Hojalata, ni siquiera con el León Cobarde; pero entrar en este parque, casi irreal tras el sakura y en plena florescencia,
Herald y Annelise se besan, ya es abril y sus besos revolotean entre los veladores del Zúrich, tomados por guiris de Paellador y sangría.
Enfrente, al comenzar La Rambla, alguien ha improvisado un altar. Hay cientos de ramos de flores traídas por manos amorosas junto a fotos de Alexéi Navalny.
Declina el día; el silencio, las flores y las velas encendidas impregnan este lugar de tristeza.
9.- VISIÓN DE MI HABITACIÓN
Esta noche ha tocado ver y oír otra perspectiva distinta de mi habitación. He visto el efecto de la anestesia en su cara negativa. El vecino de la cama número 3, vocea a las 4 de la madrugada: “¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? Su esposa intenta calmarlo. - “Estamos en el hospital”. - - ¿En qué hospital? Esto es una cárcel donde me tienen prisionero”. Grita. Quiere
Mariluz no tuvo hijos, gestionó, como pudo y mal, la muerte de su marido a los pocos años de casarse y cuando murió sola y de pena, sus sobrinos, una catedrática, un médico y un funcionario de la Diputación de Jaén a los que no veía desde hacía más de un año, heredaron el piso de la calle Maestra, algunos euros y una finquita en Torredonjimeno. En el tanatorio, decían que había que ver lo que la querían y echaban de menos.
La mayoría de las veces hacemos algo o contemplamos las cosas casi de manera automática, como esos robots que solemos criticar, no sin razón, en numerosas ocasiones. Esa actitud de realizar o de afrontar las labores cotidianas casi por inercia provoca que, a menudo, obviemos detalles maravillosos de la naturaleza, o que prodigios de la manufactura pasen por nuestros ojos o nuestras manos de manera casi imperceptible.
Resbalar en el fango no es cosa buena.