En el tiempo que estuvo preso Miguel Hernández, Josefina Manresa, apenas pudo verlo, ya que solo podían visitar a los presos los familiares y al no reconocer la autoridad franquista el matrimonio civil, esta no estaba considerada su esposa. Según la terminología de la época, estaban amancebados. En una carta, le contó a Miguel que solo comía cebollas y patatas cocinadas en un mísero guiso. Este le contestó desde la cárcel de Torrijos, en Madrid, con el sobrecogedor poema Nanas de la cebolla, donde el poeta se desgarra. Expresa su impotencia y el temor de no verlos a ella y a su hijo nunca más.
PRIMERA JORNADA
Llegar, tras dos horas de viaje, a un lugar de 42.500 hectáreas, declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 2000, hábitat de águilas, buitres, búhos, avutardas, zorros, gatos monteses, ginetas, anfibios y reptiles en un paisaje sorprendente que la naturaleza ha moldeado con paciencia cósmica durante millones de años, y apenas poder bajarte del coche. Pasado un rato, le pedí por favor al conductor que parara para hacer unas fotos, ya que al resto de mis acompañantes no les llamaba la atención la maravilla que les circundaba. Incluso una de ellas permaneció sentada en el vehículo observando el teléfono mientras yo, intimidado por tanta belleza, de
En la calle Roser, 4, colindando con la mítica sala El Molino, que era el número 2 de la misma calle, nació el 15 de noviembre de 1945 Josep Perpiñá, hijo de un conocido barbero del barrio. Allí creció combinando sus estudios, cerca de hermosas e inalcanzables vecinas. Vestales, guardianas del templo del erotismo de nuestra juventud.
Josep pronto sintió la llamada del arte; no podía ser de otra forma y en 1955 comenzó a estudiar en el Conservatorio del Liceo. Al finalizar sus estudios en 1963, trabajó en una orquesta llamada Inspiración. Después vinieron Albert Cuartet
Maribel, a quien le han dado la última sesión de quimioterapia anteayer en el ICO, se coloca un turbante, se maquilla, se pone guapa y se va a hacer el vermut al Alba.
Me cuenta, con un brillito en los ojos, que ha sacado pasaje para Japón y quiere recorrer los santuarios de Kumano Kodo. ¡Felipe, son 99! No sé si me dará tiempo, me dice entrañablemente socarrona.
El Camino de Santiago ya lo hizo hace tres años, antes de que le diagnosticaran el mal.
Francesca, mi vecina, que cada año se viste de sheriff con dos pistolas, desfila en los carnavales del pueblo. El sombrero le tapa las cejas.
Hoy, 11 de junio, es domingo y todo está tranquilo a las 6:20 horas. Tan solo se oye algún timbre que llama a los enfermeros por alguna necesidad urgente.
Esta noche he dormido poco, quizá será porque no lo necesito. Durante el tiempo que he estado despierto he mirado al techo de la habitación buscando los caminos del sueño, algún rastro desapercibido, alguna palabra que no he escuchado con claridad en el momento más oportuno, a alguien que no acertaba con la habitación donde me encuentro, algún médico o enfermero o “un ángel de la guarda” que se me acerca con sigilo para no despertarme
La plaza de la Iglesia tiene, en las horas finales de la Fira d`Hiver, un aspecto nostálgico y tristón.
Hay una caseta de bocadillos con salchichas XXL, una muchacha que adivina el futuro, que a esta hora se aburre, un puesto donde venden libros y la propietaria se queja, cómo no, de lo poco que lee la gente.
Un poco más allá, en una esquina, está el único lugar con alegría en este anochecer: es donde venden bollos preñados. La cola la forman casi veinte personas y la certeza de que ya tienen la cena resuelta.
Los puestos de juguetes de artesanía son la imagen de la dignidad en este áspero mundo donde nos invade la modernidad
Mariluz no tuvo hijos, gestionó, como pudo y mal, la muerte de su marido a los pocos años de casarse y cuando murió sola y de pena, sus sobrinos, una catedrática, un médico y un funcionario de la Diputación de Jaén a los que no veía desde hacía más de un año, heredaron el piso de la calle Maestra, algunos euros y una finquita en Torredonjimeno. En el tanatorio, decían que había que ver lo que la querían y echaban de menos.
A Lucía se la llevó un cáncer de los que, según las estadísticas, se salvan el 95 % de los enfermos. Siempre fue hermosa y exclusiva.
Se acerca a mi ventana la luz que precede a un nuevo día. En medio de las sombras de la noche parpadean los ojos que vigilan el puerto de mercaderías de la cercana mar, en la costa. No se oye el ruido de los vehículos ni el ajetreo constante de las grúas que se mueven con sus brazos de metal trajinando con los contenedores.
Un poco más lejos, la torre de control de la terminal uno del aeropuerto vigila atentamente el movimiento de los aviones por las rutas del cielo.
Todo está tranquilo. Solo hay madrugadores que se desplazan y rompen este rato de paz deliciosa.
06:30
Cuando era joven, pensaba que sabía escribir. No sabía, pero escribía. Ha pasado casi toda la vida, ahora ya sé que nunca fui escritor, pero junto palabras.
Compongo historias mínimas que a casi a nadie interesan. Algunas veces, hasta me atrevo con poemas, que es mostrar mi intimidad, y tampoco importan a casi nadie.
La casa, los libros, los escasos amigos, el café matutino en soledad buscada. Hace tiempo que la vida es eso y paseos a Ca n`Aimeric, en la linde del Baix Llobregat y el Garraf, en busca de las niñas e intentar entender la difícil ecuación de por qué estamos aquí.